lunes, 29 de noviembre de 2010

Rapar crines sin utilizar la fuerza es posible


Hemos rapado a Condesa. En su primer mes, las crines le habían crecido una barbaridad y las tenía llenas de caracolillos, muy rizadas. Me dijeron que era bueno cortárselas para que empezara a salirle pelo nuevo, más saneado. Como soy primeriza en esto de tener crías, lo comenté a la gente del picadero donde la tengo y me dijeron que sí que no era mala idea, que cuando tuvieran un hueco, lo harían.

Días después vuelvo y Condesa seguía con sus caracolillos. Me recordaban a las "tracas" que se dejan algunos chavales ahora. Lo cierto es que tenía una pinta un tanto peculiar. Pregunto porqué no le han cortado las crines y me dicen que necesitan que alguién con fuerza la sujete, porque la muleta no se va a estar quieta y que empuja con fuerza. "Para hacerlo bien -me dicen- seguramente haya que sujertarla con el puro o retorcerle la oreja". Cuando oigo eso, siento que a quién retuercen el estómago es a mí. He visto caballos con resabios por ese tipo de cosas.

Comento que no me hace ninguna gracia la idea y pregunto si no se puede hacer de otro modo, sin hacerle daño a la pequeña. La respuesta: "a ver, si no quieres que se pueda llevar ningún corte en el cuello...". Y eso me lo dice alguién a quien he visto hacer maravillas con caballos. Paso un buen rato dándole vueltas al tema y decido que si para cortarle las crines a la muleta, hay que obligarla y hacerle daño, no se le toca. Ya las mudara cuando le toque.

Para celebrar la decisión, saco a Condesa con su madre al ruedo para que corretee y estire las patas. Parece un charate, dando saltos. Brinca más que corre. A los diez o quince minutos volvemos a la cuadra y empiezo a acariar a Condesa. Observo que le encanta, está tan relajada que hasta entorna los ojos. Paso a la zona de las crines y sigo masajeando despacio a la vez que empiezo a darle suaves tirones de algunos mechones. La muleta ni se mueve. Está tan agusto. En ese momento, pienso que si no le altera que le esté tirando del pelo tal vez también acepte bien que le pase la tijera. En menos de cinco minutos, Condesa está rapado, y ni se ha enterado. Mientras el dueño del picadero manejaba las tijeras, yo seguía acariciándola como si allí no pasara nada. Y todo ello bajo la atenta mirada de su madre, Iza.

Es sólo un ejemplo, pero demuestra que con paciencia y tranquilidad a un caballo - en este caso, a una mula- se le puede enseñar y hacer cualquier cosa sin emplear la fuerza. Cuando al terminar de pelarla, hice este mismo comentario, me dijeron que había sido fácil porque después de las carreras que se acababa de dar en el ruedo, la muleta se había quedado muy tranquila. Vale, pues si hay que dejar que animal se desfogue, pues se le deja. El caso es que funciona.