martes, 25 de agosto de 2015

Su sonrisa

Cuando sonríe se enciende el mundo. Incluso de noche. Su sonrisa es el faro de Alejandría en la negrura. Da igual lo mal que estés, ves esa sonrisa y empiezas a calmarte.  Su sonrisa me afecta igual que la luna a la marea. Es así. Exactamente así. Cuando desaparece, cuando llevo días sin verla hay oleaje en mi interior. En el momento que la veo aunque sea de lejos, en la distancia, en una foto, vuelve la tranquilidad. Todo está como tiene que estar.
    Sonríe con cualquier detalle. No lo puede evitar. A veces es una sonrisa tibia, en la que levanta solo un poquito el extremo de los labios. Pero casi siempre sonríe a lo grande, exhibiendo todos los dientes. Todos blancos, todos bien colocaditos. Parece un anuncio de dentífrico. Casi siempre sonríe en silencio, pero a veces remata con una carcajada fresca. Todas son contagiosas. Es inevitable verlas y no sonreír. Imposible del todo.
    Sonríe con la boca y con los ojos. Con todo a la vez. Cuando en sus labios comienza a dibujarse una sonrisa, sus ojos se entornan, suavizan su color y brillan más. Su mirada adquiere el color y la textura de la miel líquida recién recolectada del panal. Todo un espectáculo. Verlo en directo es como tomarse una taza de chocolate caliente una fría mañana de domingo. Te calienta el cuerpo y te reconforta el alma.
    Da igual donde esté. Da igual el tiempo que pase, yo sé que seguiré necesitando la droga de ver su sonrisa.

lunes, 24 de agosto de 2015

Cuando sonríes sola

El amor aparece sin avisar. Sin cita previa. No se puede programar ni evitar. No se puede controlar. No surge cuando tú quieres. Ni desaparece porque los demás lo deseen. No tiene un botón on-off.  No entiende de cantidades. Sólo de sensaciones. De cómo el otro te hace sentir. De las ganas de compartir.  De querer coger su mano y no soltarla. De querer más. De desear congelar el tiempo.
   Descubres que te has enamorado cuando te sorprendes a ti misma sonriendo sola. Sin saber muy bien por qué. 

domingo, 23 de agosto de 2015

Cuento de una princesa moderna

Le encantan los cuentos, sobre todo los de princesas. Ella es una princesa moderna. Vive en una alta torre en el centro de la ciudad. Es coqueta. Le gusta pintarse los ojos y los labios, y con ellos encandilar al mundo.
   Tapa con maquillaje su miedo. Está llena de miedos. Miedo a que le rompan el corazón. Miedo a volver a sentir dolor. Miedo a que la aten y le roben la libertad.
   Ha conocido a alguien que le provoca ganas bailar. Alguien que corretea como un niño revoltoso por los rincones de su mente, dibujándole sonrisas. Cada noche cuando se encierra sola en su torre piensa que todo es un espejismo.
   Ella ya no cree en los cuentos de amor. Los príncipes a los que amó le salieron rana.
   A éste no lo va a dejar pasar.

viernes, 14 de agosto de 2015

El dragón enamorado

Cada noche cuando siente que ya no le quedan fuerzas  se suelta y sale a ver las estrellas. Imagina que vuela a su lado y le cuenta historias de princesas y dragones, de gaviotas que quieren volar, de pastores que buscan tesoros, de príncipes que hablan de amor con rosas… Imagina que habla con ella, que la hace reír. Que la coge de la mano y la hace volar.  Cada noche siente un deseo irrefrenable de salir volando a buscarla. De pedirle que vuelva a iluminar su vida. Pero no lo hace porque tiene las alas rotas.

Cada madrugada cuando nota que recupera fuerzas y siente que sus alas empiezan a soldar, regresa a la jaula. Cierra la puerta y, dócil, se coloca dos pesadas cadenas en las alas.  Cada día quiere ir a buscarla, pero las cadenas lo impiden. Se pasa todo el día tirando de ellas mientras ruge de impotencia. Y así es cada día desde que ella le pidió que se alejara, porque tenía miedo de que le hiciera daño. Él obedeció. No se acerca a ella para no herirla. No quiere que tenga miedo. Él quiere que ella sea feliz. Que disfrute la vida. Que sea libre.

Él es un dragón enamorado de una princesa.

jueves, 13 de agosto de 2015

El Libro de los Abrazos (de Galeano)

En el Día de los Abrazos no puede faltar El Libro de los Abrazos de Eduardo Galeano. Un libro inclasificable. Cada página es una caricia. Un mimo. Un abrazo. Es un libro delicatesen.  De los que te hacen saborear cada renglón, cada palabra como si te hubieras metido un caramelo en la boca. Es un libro golosina. Cuanto más lees, más quieres. Te vicia de tan bonito que es.


Es un libro que te hace viajar por el mundo real y por el de la fantasía. Pero sobre todo te hace viajar por las emociones. Es más, el libro viaja a ti. Se te mete dentro y te recorre. Empiezas a notar que lo mismo te arranca una sonrisa que te conmueve de congoja. Pasea por tu corazón y por tu mente, haciéndote sentir y pensar. Pensar en qué estamos haciendo con este mundo, con la gente que nos rodea, con nuestros amigos, con los animales. Y te hace querer mejorar. Lees el libro y deseas ser mejor persona, aunque sólo sea para corresponder a su autor, a Galeano, para devolverle aunque sea un poquito de lo que él está dando.

Es un libro del que no te cansas. Lo terminas de leer y te apetece seguir leyendo. Y vuelves a él empezando por la punta o dando saltos entre sus relatos. Es un libro compañero. Para tenerlo  en la mesilla. Para llevarlo en el bolso o en la mochila. Un libro que deseas tener siempre a mano, cerquita de ti, pegado a tu cuerpo porque sientes que incluso así, cerrado, te abraza.
He perdido la cuenta de los Libros de Abrazos que Galeano que ya he regalado. No se me ocurre mejor regalo para alguien a quien quiero –me he dejado la paga extra de verano en la caja de Expo Libro-. Estoy por llamar a la editorial y pedirles que hagan una edición sólo para mí, para ir regalando a mis anchas. En plan: me cruzo con un amigo, ¿hola qué tal? ,¿cómo estás?... ¿Tienes el libro de los Abrazos?¿ Noooo? ¡¡¡Pues toma!!! No puedes ir por el mundo sin él.

No puedo permitir que alguien a quien yo quiera no tenga El Libro de los Abrazos. No, no, no… Así que ya lo sabes… que no me entere yo que te faltan  Los Abrazos.

Adicta a los abrazos

Soy adicta a los abrazos. Estoy enganchada a ellos. Son mi droga. Me provocan subidones, me dan marcha, me evaden, me calman, hacen que me olvide de lo feo, hacen que vea el mundo de colores… Y si paso un día sin recibir-dar uno, me entra mono. Entonces me meto en la cama y abrazo la almohada. Eso es raro que pase porque tengo la fortuna de vivir rodeada de seres que me dan afecto. Personas y bichos.

Hay días que me encierro en mi isla y no me cruzo con ningún humano, pero  esos días no me  falta mi dosis de abrazos. Tengo incluso sobredosis. Mis perros y caballos son verdaderos maestros de los abrazos. Los perros me envuelven con sus patas o directamente se me tiran encima, en plancha. Las yeguas y mula colocan su cabeza en mi pecho o enroscan su cuello alrededor de mi cuerpo. Y, entonces, yo me derrito. Me hago un charco.

Te voy a confesar una cosa soy adicta a los abrazos  desde que conocí a la persona que da los mejores abrazos del mundo.  Está ergonómicamente diseñada para dar abrazos. Tiene unos brazos  muy largos, capaces de envolver cualquier cuerpo. Brazos suaves y calentitos. Te rodea con ellos y el tiempo se para. Todo desaparece. Sólo existe ese lugar en el mundo. Te abraza cuando llegas, cuando te vas. Cuando menos te lo esperas va y te hace un lazo con sus brazos. Es mi Yeni –nombre en clave-. Con el tiempo he descubierto que el Arte de dar Abrazos le viene de familia. Es genético. La madre, las hermanas, hermano, cuñado, sobrinos y hasta perros dan unos abrazos de esos que si no fijas bien las piernas en la tierra cuando te sueltan, te caes al suelo.

Creo que he desarrollado un don desde que empecé a coleccionar abrazos: atraigo a personas expertas en abrazos. Tengo una amiga que da abrazos osito de peluche. Son suavecitos y achuchables. Otra, que cuando te suelta crees que te has tomado un Redbull, de la energía que te mete en el cuerpo. Una tercera que a la vez que te abraza ronronea como un gatito…Y así, varias. Y todas dan abrazos diferentes, como los perfumes.

Hay dos realmente excepcionales. La infalible, la que siempre que necesitas un abrazo, viene. Coge el coche y se te planta delante y te lo da. No se mueve ni un centímetro hasta que te nota segura. Y está la que te abraza desde la distancia con palabras, con música, y que cuando te ve te abraza como si fueras la única persona que le importa en el mundo. Son abrazos casa. Abrazos rescate. Abrazos que salvan. Abrazos que hacen no querer soltarte nunca, donde sientes que aunque todo vaya mal, ahí apretada, estás bien. Muy bien.

Hoy es el Día de los Abrazos.

Hoy es el Día de los Abrazos. Lo he decidido yo por mayoría absoluta. No lo busques en el calendario ni en el google que aún no los he avisado. Me interesa más que lo sepas tú. Aviso: si hoy me cruzo contigo lo mismo te llevas un abrazo puesto. Pero por si no me cruzo contigo, te abrazo ya.

miércoles, 12 de agosto de 2015

La Loba


Creció entre lobos. Unos la protegieron. Otros la atacaron. Intentaron clavar los colmillos en su carne, pero mordieron su alma. Eran lobos peligrosos porque eran cobardes. Asaltaban siempre por la espalda, cuando ella estaba sola, indefensa, cuando no tenía la protección de su manada. Aprendió a escapar. A huir. A sobrevivir. Corría con las mandíbulas apretadas sin mirar atrás, con la mirada clavada adelante. Fija en El Más Allá. Corrió tanto y durante tanto tiempo que no se dio cuenta de que se había hecho fuerte, resistente. No se dio cuenta de que mientras corría buscando un lugar seguro había cambiado. 
   Ahora es otra. 
Ahora se guía sólo por su instinto. Su olfato le dice cuando puede acercarse a alguien y cuando no. Sus ojos no son los mismos. Ahora cuando mira nunca ve el cuerpo de quien tiene delante sólo el alma que lo habita. Descubrió que con la mirada puede acariciar un corazón o helar la sangre. Entonces sintió que ya no tenía miedo. Supo que no iba a huir más. Que nadie le podría hacer daño. Que si la atacaban ella se tiraría a su yugular. Se había convertido en Loba.





martes, 11 de agosto de 2015

Corazón rebelde

Su corazón es un rebelde. No hace caso a las normas. Procura llevarlo siempre cogido de la mano para que no haga ninguna locura. Pero a veces no consigue sujetarlo y se le escapa. Su corazón se mueve por instinto y va hacia quien le hace vibrar. La última vez que su corazón se le escapó salió sin protección alguna. A cuerpo. Directo hacia aquella que le daba alas. Él quiso corresponderle borrando la tristeza y curando las heridas de su alma. Quería inventar un mundo sólo para ella. Uno nuevo cada día. Pero ella no podía quererlo como él quería. Ese corazón loco no tenía cabida en su vida. Y cuando ella dejó de hacerlo volar, el corazón se precipitó hacia el vacío. Ahora se desangra.  Lo ha vuelto a coger de la mano y lo cuida para intentar salvarlo. Nadie sabe que su corazón es ciego y sordo.

lunes, 10 de agosto de 2015

Encima de una ola

Hace cuatro meses que la chica ha cumplido quince años. El abuelo la estudia mientras ella lo asea y viste como cada mañana. Observa que en las dos últimas semanas la mirada de su nieta ha cambiado. Tiene un brillo nuevo. Ahora es más profunda y también más triste. Él le pregunta si estaba bien, si le pasa algo. Le pregunta a pesar de saber la respuesta. A los 92 años se conocen las respuestas a muchas preguntas. La chica le dice que está bien, solo un poco cansada.
            El anciano se incorpora apoyándose en la almohada y coge la mano de su nieta entre las
suyas, y mirándola a los ojos le dice:
—Lo mejor que te puede pasar en la vida es enamorarte.
 La chica se pone granate, como una granada madura. El abuelo sonríe y levantándole la barbilla para poder verle bien la cara sigue hablando.
Esta vida sin amor, no vale la pena. Si hay algo que nos mantiene vivos es el amor, en cualquiera de sus formas. Enamorarte es el mejor regalo que te puede hacer la vida, incluso cuando no seas correspondida.
Los ojos de la chica se llenan de agua que empieza a resbalar silenciosa por sus mejillas. Una presión dura se le agarra en la garganta, impidiéndole pronunciar palabra. Cierra los ojos. A los pocos segundos vuelve a oír la voz grave y tranquila de su abuelo.
Enamorarse es dar, no es recibir. Es ser capaz de darlo todo, de perderlo todo, sin pedir nada a cambio dice en un tono que acaricia. Es genial que la otra persona pueda llegar a sentir lo mismo por ti, eso es lo más maravilloso. Pero incluso cuando no es así, es mucho mejor vivirlo a no experimentarlo nunca. No nos debería dar miedo enamorarnos, nos lo debería dar el no hacerlo.
Si es tan bueno, ¿por qué me siento tan triste? —le pregunta ella.
Porque cuando nos enamoramos de alguien sentimos que la vida tiene sentido sólo si estamos con esa persona. Y cuando no es así, sentimos dentro un vacío que no lo llena nada.
¿Y cuándo eso pasa, cuándo te enamoras de alguien que no quiere saber de ti, qué se puede hacer?
Nada.
La chica piensa que su abuelo está chocheando y que lo que le ha dicho no tiene ningún sentido, que en realidad eso de enamorarse es una putada. La gran putada de la vida. Pero no se lo dice. No quiere incomodarlo. Coge el peine de encima de la mesilla y comienza a pasarlo por su cabeza. Hoy lo va a peinar con el pelo y el flequillo hacia atrás como John Travolta en Grease, le gusta jugar con el pelo de su abuelo, y él la deja hacer.
No hay nada que puedas hacer para que otra persona se enamore de ti —explica el abuelo, que parece leer los pensamientos de la joven—. No hay un manual para despertar el amor. El amor surge o no. Qué es lo que lo hace florecer es un misterio. Tampoco existe una fórmula que impida que te  enamores. El amor es libre. Aparece donde y cuando menos piensas, y a veces con la persona que menos te esperas. En cualquier caso, lo único que puedes hacer es vivirlo, dejarlo ser, dejarlo salir y disfrutarlo. Mientras estás enamorado la vida siempre es más intensa. Te sientes más vivo, incluso sin ser correspondido. Es como vivir encima de una gran ola. Disfruta de esa sensación porque no sabes cuánto va a durar.
¿Y qué acaba con el amor, abuelo?
El desamor.

viernes, 7 de agosto de 2015

Escribo para inventar un lugar donde encontrarnos

Escribo porque no puedo evitarlo. Escribir se ha convertido en mi forma de conocerme y explicarme a mí misma.

Me gusta escribir, siempre me ha gustado. Supongo que es una de las razones por las que siempre quise ser periodista, para escribir y contar historias. Hasta hace poco sólo escribía por exigencias profesionales. Unas veces disfrutaba y otras muchas no. Lo hacía porque era/es mi trabajo.

Hace unos meses algo pasó, algo se movió en mi interior. Empecé a escribir por necesidad. Como terapia. Para aligerar peso. Cuando algo que pesa dentro se escribe pierde importancia. Es como el miedo a lo desconocido que cuando te enfrentas a ello ves que no era para tanto. Al escribir, lo intangible coge forma, la de la palabra, y entonces lo puedes enfrentar. Sin embargo, para que se produzca esa liberación no es suficiente con escribirlo, tengo que dárselo a alguien para que lo lea, sólo así consigo que salga de mí. Cuando lo que escribo lo guardo se queda dentro de mí y eso me asfixia. Me martillea la cabeza. Da igual que esté en un cuaderno o en el disco del ordenador, sigue latiendo. La única forma en que consigo el efecto terapéutico es cuando sé que alguien lo puede leer. Cuando lo que he escrito puede caer en otras manos que no son las mías, lo pueden ver otros ojos que no son los míos. Me sirve que sea una única persona.

Escribo también para recrear o cambiar recuerdos. Para materializar sueños. Para viajar. Para vivir más. Escribir es una forma de acceder a otras formas de vida y de sentir que mis circunstancias sociales y particulares no me permiten vivir. Escribo historias de mi vida, pero no todo lo que escribo es autobiográfico. Es cierto que todo sale de mí, pero es que resulta que ahí dentro hay una multitud de gente. Y luego están las personas que están fuera pero las agarro y las proyecto en mi interior. Escribo y punto.

Leo más que escribo. Y leo por las mismas razones, porque no puedo evitarlo, porque me ayuda a conocerme. En millones de ocasiones he leído un párrafo, un poema, una conversación, la descripción de un personaje... que descifraba a la perfección lo que en ese momento estaba sintiendo o lo que he vivido en algún momento. Y al leerlo lo identificas. Comprendes. Y creces. Leo para viajar. Para recordar. Para soñar. Para volar. Para enamorarme de la vida…

Esa es otra de las razones por las que publico lo que escribo: para dar. Si a alguien, a una sola persona, lo que cuento le sirve para comprender, para recordar, para soñar, para reír, para llorar (soltar presión), para sentirse acompañado, para pasar el rato…Es un regalo pensar que alguna de las historias o un párrafo de los que escribo pudieran emocionarte como yo lo hago con los que otros escribieron. 

Escribo para inventar un lugar donde encontrarnos.

lunes, 3 de agosto de 2015

Quédate cerca

Hay personas que una vez entran en tu vida ya no quieres que salgan de ella. Es lo que me pasa contigo. Nos conocimos trabajando. La sintonía profesional dio paso a la complicidad personal. Y casi sin darnos cuenta nos enamoramos. Pasó sin buscarlo. Como sucede con todo lo importante. Lo que sentíamos  era tan grande y tan fuerte que no pudimos darle la espalda, a pesar de que lo teníamos todo en contra. Todo. No había nada a nuestro favor, bueno sí, una cosa: nuestro amor. Y casi sin querer, y casi sin poder evitarlo empezamos a quedar. Un café. Algún cine. Varias cenas. Y decenas de paseos con los perros. Yo ponía los perros, tú las risas. Decidimos fluir y dejarnos llevar sin poner resistencia. Y así nació una preciosa historia de amor: la nuestra.  Un amor que a mí se me ha escurrido de las manos. Sin darme cuenta (sin el casi, esta vez). Y por no darme cuenta, no a tiempo, no he podido mantener la llama encendida. Se ha apagado el fuego, pero el amor sigue intacto. O mayor aún. Dicen los que saben que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Y eso es lo que me pasa a mí, te sigo queriendo igual, pero de otro modo. Es tanto lo que te quiero que no concibo una vida en la que tú estés lejos. O no estés. Te quiero cerquita. No es fácil encontrar personas auténticas. Leales. Cómplices. Dispuestas a lo que haga falta. Todo eso y más eres tú. Comprenderás que no dude en poner patas arriba mis propios cimientos para convencerte de que merece la pena que sigas junto a mí. Que como amiga soy mejor que como pareja. Como amiga no fallo. Quédate cerca, corazón.