jueves, 2 de febrero de 2012

Una historia de amor incondicional a los caballos (y demás)

Los héroes existen. Más allá de las películas y leyendas. Lo que pasa es que en la vida real suelen pasar desapercibidos porque no llevan capa ni trajes fantásticos y, aparentemente, no tienen “superpoderes”; pero es sólo aparentemente. Por eso muchas veces no somos conscientes de estar delante, o al lado, de un héroe. Pues bien, yo he conocido, es decir, 'he reconocido' a dos. Se llaman Concordia y Virginia.

Todos los días Concordia y Virginia se levantan con una misión: pararle los pies a los malos. A esos energúmenos que maltratan, vejan y/o abandonan caballos (y demás animales). Una labor en la que emplean todo su tiempo, energía, dinero… Todo, absolutamente TODO, lo que tienen. Y todo lo que son.

A menudo reciben presiones, chantajes y amenazas
de diversa índole para que desistan en su empeño. Ya se sabe, hay personas que piensan que por ser 'propietarios' de un animal pueden hacer con él lo que les dé la real gana; lo que para estos tipos quiere decir que les pueden pegar, maltratar e incluso matar si les apetece. Y, claro, les sienta mal que lleguen dos ‘nenicas’ a decirles: "eso no se hace. Y como eres un bruto nos llevamos tu caballo, y además te denuncio". Y entonces estos tipos se cogen unos berrinches que para qué; y como algunos tienen muy malas pulgas (con perdón de los bichitos) quieren vengarse, pero 'las defensoras de los caballos –y demás-' no se amilanan.

-Al parecer hay quienes aún no se han enterado (y si lo han hecho les da igual) de que los animales no son cosas. Son seres sensibles. Y no es que lo diga yo, ni ellas, ni otras muchas personas. Lo dice la ley. El maltrato a los animales es un delito. Repito: DELITO.

Volvamos a la historia de Concordia y Virginia (perdonad, pero es que me enciendo).

Hasta hace unos años Concordia y Virginia eran personas 'normales' con una vida y un trabajo normal. Concordia era jinete profesional y se dedicaba a la preparación de jinetes y equipos para la competición de máximo nivel (también es juez nacional de salto y doma). Y Virginia estaba centrada en su trabajo de periodista. Pero como en casi todas las historias de héroes, por una de esas “casualidades de la vida” todo cambió.

Los hechos fueron, más o menos, así: Concordia había viajado a Málaga para participar en una competición en un sitio estupendo, con caballos estupendos y 'ultracuidados', cuando dando un paseo por los alrededores vio un caballo solo en un prado. Estaba famélico. Algo en su interior se le encogió (sé que fue el corazón) y sin pensarlo cogió el animal y lo cargó en su remolque. Se lo llevó sin saber muy bien qué iba hacer con él, pero sabía que no podía dejarlo allí. En ese momento no lo sabía, pero esa decisión cambiaría su vida, la de su hermana, la de sus padres y, sobre todo, la de infinidad de caballos y personas.

Al poco tiempo Concordia decidió 'invertir' todos sus ahorros en crear un albergue para caballos maltratados y abandonados y en poner en marcha la Asociación CyD Santa María para denunciar los casos de maltrato y abandono de équidos en la zona de Málaga. En poco tiempo Concordia tuvo que pedir auxilio a su hermana, Virginia, porque no daba abasto para atender la cantidad de animales indefensos. Y Virginia no lo dudó: lo dejó todo para ayudar a Concordia en lo que "hiciera falta".

El tiempo y las circunstancias han hecho que la actuación de la Asociación CyD Santa María llegue a todos los rincones de Andalucía e incluso a otras zonas de España. CyD es la única asociación de España que hoy día (que yo sepa) se dedica al rescate de caballos y que no cuenta con subvenciones públicas. Todo lo financian los socios, amigos y colaboradores.

Conocí la historia de estas dos mujeres hará unos cuatro años gracias a un reportaje en una revista. Hace casi un año tuve ocasión de conocerlas. Fue durante unas jornadas sobre bienestar animal que organizó el Centro de Medio Ambiente de CAM en Murcia (Cemacam Torre Guil). Allí tuve oportunidad de hablar con ellas y durante esta entrevista a Concordia, empecé a entrever la envergadura de su trabajo. Aquí tenéis un pequeño resumen:




Este fue el comienzo de una gran amistad. Desde entonces he tenido ocasión de visitar un par de ocasiones su base de operaciones: el albergue CyD Santa María. Y he de admitir que estar allí fue todo un shock. Ese lugar tiene una energía especial. Es mágico. Algo que se percibe nada más llegar y observar que conviven en perfecta armonía caballos, ponis, perros, gatos, cabras…

El albergue está concebido para acogerlos temporalmente hasta que los cuidados de Concordia, Virginia, Luciano y los voluntarios del centro los recuperan y rehabilitan para que puedan ser adoptados. Allí sólo permanecen aquellos animales que están en estado terminal o son de difícil adopción.

En diez años han salvado la vida de más de 500 caballos. (y de otros 'tropecientos' bichos más. Y lo de bichos es con todo el cariño, eh!). ¡Casi nada!La gran mayoría viven hoy con familias que se encargan de cuidarlos y darles cariño.

A veces necesitan refuerzos, porque aunque son dos ‘superheroínas’, son de carne y hueso. Hay momentos en los que la energía, las fuerzas y la vida no les da para más. Me consta que tienen un grupo de voluntarios, pero a veces los malos son tantos, que necesitan más ayuda. Con la crisis los casos de abandono de caballos (para muchos, un artículo de lujo) se han disparado. Y son muchos los animales que hay que 'rescatar'. Por ello... me gustaría que todos los que podamos intentemos arrimar el hombro.

Creedme: ir allí y colaborar en las tareas es toda una experiencia. No sólo porque el albergue CyD ofrece la posibilidad de ayudar a animales indefensos (lo que por sí sólo ya supone una gratificación), sino también de aprender muchííísimo sobre el cuidado y manejo de los caballos, porque ellos son unos profes excelentes y porque Concordia es como 'el libro gordo de Petete'. Ni os imagináis lo que esta mujer sabe de caballos.

También se puede ayudar con donativos económicos y aportando material: alimentos, medicinas, productos de limpieza, mantas, es decir, cualquier producto que se use para el mantenimiento de animales.

Ellas no lo saben, pero conocerlas y ver su trabajo también ha cambiado mi vida y mi forma de amar a los caballos (y demás bichos). Me han enseñado a quererlos sin más. Porque sí. Me han enseñado a 'querer más' –es una forma de decir cuidar, atender, mimar- a aquellos que menos tienen, que peor están, que son más pequeños, débiles, escachuminizaos… A comprender que la vida de ningún caballo es más importante que la de otro; y a que, como dice Tom Smit, el entrenador de Seabiscuit en la película: "no se tira una vida por la borda porque esté un poco magullada".

Su trabajo y su vida son todo un ejemplo de amor incondicional a los animales. ¡Echémosles una mano!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nieves: "yo conozco a Concordia y el lugar que hablas, y lo que mas te emociona, es que aunque estos animales tengan algun miembro roto, o tengan multiples infecciones por los maltratos, se les ve FELICES,por que allí se sienten seguros, gracias a que personas como ellas, desinteresadamente, lo dan todo.Y una caricia,o una mirada, de ellos, les compensa el sacrificio que realizan diarimente."

Cari dijo...

yo también las conozco y a pesar de que estuve sólo un rato me vine con un regalito: Pepe 'el Malagueño'. Todo un fiera!!!