miércoles, 15 de junio de 2011

Una sesión 'sobreNatural' para subir un caballo al remolque

Hace poco asistí a un curso de monta natural impartido por Raquel Villares. La experiencia fue fantástica. Como siempre. Raquel es una excelente “maestra” enseñando el manejo natural de los caballos y generando “buen rollo” tanto entre las personas como con los caballos. Algo que consigue, en gran medida, gracias a sus sesiones de relajación que le gusta realizar entre caballos sueltos.

Aunque todo lo del curso estuvo genial, lo mejor, lo que más me impresionó y con lo que más aprendí tuvo lugar fuera del mismo. Y ocurrió a la hora de subir a una yegua al remolque.

Era la tarde-noche del domingo cuando Ramón, el organizador del curso, y Alejandro, “padre adoptivo” de la yegua, se pusieron manos a la obra para subir al remolque a Tormenta, algo que todos creíamos que iba a ser rápido ya que para traerla subió con facilidad. Pero no fue así. Primero probaron a subirla junto al corral en el que estaba, pero al poco la noche se echó encima y como no había luz, condujeron la yegua y el van junto a la zona de las aulas donde un grupo electrógeno alumbraba una pequeña zona de terreno. Allí, Ramón y Alejandro continuaron intentando subir a la yegua al remolque, pero cuando llegaba a la rampa se negaba a moverse. Cuando esto ocurría, Ramón se la llevaba de allí y la movía. Después volvía a conducirla al remolque, pero nada, Tormenta se volvía a clavar. También probaron poniéndole comida delante, pero sin éxito. Al rato se les unió Juan Carlos -el preparador físico que en el curso nos enseñó cómo evitar agüjetas, cansancio, y malas posturas cuando montamos a caballo- pero no había forma de conseguir que subiera Tormenta. Aunque los que estábamos allí sabemos que en este tipo de situaciones el caballo está más tranquilo y relajado cuando hay poca gente, lo cierto es que terminamos por acudir todos para ayudar a subir a Tormenta.

Tardamos bastante en que Tormenta entrara al van. No sé, pero fácil fueron dos horas o más. Y lo realmente curioso de todo esto es que aunque había muchos elementos que dificultaban la operación: era de noche, apenas había iluminaciónn (y encima la generaba un motor ruidoso que cada x tiempo producía pequeños apagones), llovía…y, estábamos en un sitio en el que a pocos metros había leones y panteras enjaulados, Raquel, Ramón, Juan Carlos y Eva –profes y organizadores del curso- jamás perdieron la paciencia, ni permitieron que nadie de los que estábamos allí la perdiéramos. Tormenta no recibió ni un solo golpe. Ni un tirón. Ni una mala palabra. Todo lo contrario. Hubo caricias, mimos y palabras de ánimo. Y mucha, mucha, mucha paciencia.

Lo importante es que Tormenta subió al van totalmente tranquila y de forma voluntaria. Nada importa el tiempo que hubo que dedicarle. ¡Madre mía!, pero si Ramón y Raquel llegaron a meterse literalmente debajo de ella para moverle las manos y patas y colocarlas sobre la rampa. Y aunque la yegua retrocedió en varias ocasiones, nunca la sujetamos, nunca le impedimos “tirar para atrás”. Ellos volvían a coger sus manos y patas con toda la delicadeza del mundo y volvían a mostrar a Tormenta que allí no había ningún peligro, ni nada que temer.

No sé vosotros, pero yo no estoy acostumbrada a ver eso.

Esa noche experimenté que con paciencia, calma y determinación es posible lograr cualquier cosa de un caballo, por muy adversas que sea las circunstancias. Tan sólo hay que dejarle que se tome "su" tiempo.

P.D. Tormenta es un “amor” de yegua. Se portó genial en el curso con todos los alumnos. Alejandro y Mari Paz, enhorabuena por ser “diferentes”. Tormenta y Balder son dos seres muy afortunados por caer en vuestras manos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por narrar lo que sucedio alli, yo fui alumna de ese curso y de verdad fue impresionante la calma que mostrarón todos durante el curso y con Tormenta, me ha emocionado mucho revivir aquella experiencia.
María te animo a que escribas más leyendas y nos las trasmitas.

María López Mayol dijo...

Muchas gracias, amiga. Me alegra que te haya gustado revivir aquel momento. Prometo que intentaré escribir más y con más frecuencia