Esta tarde venía de casa de unos amigos y de estar con la niña más fuerte, luchadora y preciosa que conozco, cuando me ha pillado una fuerte nube de agua y granizo en la autovía. De golpe el asfalto seco era un mar de agua burbujeante y piedras de hielo del tamaño de huevos de codorniz y de gallina. En ese momento iba escuchando Arráncame de Vanesa Martín –estos días ella y su música me acompañan- de su álbum ‘Ven, siéntate y me lo cuentas’, y no sé muy bien cómo ha sido pero de repente un camión frutero que iba delante ha perdido el control y se ha atravesado en mitad de los dos carriles de la autovía. En unos segundos -¿2, 3?- me he visto que me echaba encima del camión que patinaba y quedaba atrapada entre él y el quitamiedos. He contenido la respiración, esperando el golpe –como si eso sirviera para amortiguarlo… -. No sé qué ha pasado o qué he hecho pero mi coche y yo hemos salido sin un rasguño. El resto del camino me lo he pasado dando gracias a todo lo visible e invisible.
Ya en casa, mientras repasaba lo sucedido me ha venido a la mente el libro que justo había terminado de leer esta mañana. Ese libro me asaltó el otro día. ¿A ti no te ocurre que vas tan tranquilo paseando y un libro se lanza a tus brazos? A mí, sí. A veces. Normalmente sucede cuando deambulo entre los pasillos de una librería o de una feria del libro y de golpe y porrazo me encuentro con uno entre las manos, cuyo título y/o autor no me suenan de nada… Este libro del que te hablo fue mucho más atrevido. Yo había ido a un centro comercial a cambiar un ratón de ordenador y al salir las escaleras me escupieron justo en la sección de librería. Ese día yo no estaba para mirar libros, en realidad no estaba para nada –bastante tenía con respirar y caminar- así que pasé de largo por el pasillo cuando algo color azul cielo despejado –mi color preferido- atrajo mi atención. Me acerqué y dos palabras hicieron que mis ojos se pusieran redondos y grandes como dos os mayúsculas, así O-O, y apareciera una leve sonrisa. Esas palabras: Niña y Nube… hicieron que el libro saltara a mis manos. Antes de terminar de leer el título ya sabía que se venía conmigo.

El libro no es que sea nada del otro mundo, pero sí que es entretenido y tiene algunos golpes de humor bastante buenos. Lo mejor, para mí, es que mezclando realidad, sueños y fantasía los personajes dan una interesante moraleja: hay separaciones, distanciamientos inevitables y a veces imprevisibles, pero esos sólo los provoca la muerte. La existencia de todos los demás distanciamientos sólo depende de nosotros, del amor que sintamos por la otra persona y de nuestra voluntad de encontrar el camino para estar juntos.
Dos de las frases que he subrayado:
- “El corazón es un gran armario en el que encerramos a todos los que queremos para tenerlos siempre con nosotros y cargar con ellos allá donde nos lleve la vida”.
- “Si tuviera un mando a distancia para mamás, haría que vinieras todo el rato, cada vez que estoy triste. De hecho, ni siquiera te dejaría marchar”.
- “El corazón es un gran armario en el que encerramos a todos los que queremos para tenerlos siempre con nosotros y cargar con ellos allá donde nos lleve la vida”.
- “Si tuviera un mando a distancia para mamás, haría que vinieras todo el rato, cada vez que estoy triste. De hecho, ni siquiera te dejaría marchar”.
El susto de esta tarde me ha animado a contar esto. Y tal vez también me anime a entregar una carta que escribí dos días antes de encontrar el libro, pero que no me decido a dar.
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