miércoles, 22 de julio de 2015

Érase un susto, un libro y una niña de nube

Esta tarde venía de casa de unos amigos y de estar con la niña más fuerte, luchadora y preciosa que conozco, cuando me ha pillado una fuerte nube de agua y granizo en la autovía. De golpe el asfalto seco era un mar de agua burbujeante y piedras de hielo del tamaño de huevos de codorniz y de gallina. En ese momento iba escuchando Arráncame de Vanesa Martín –estos días ella y su música me acompañan- de su álbum ‘Ven, siéntate y me lo cuentas’, y no sé muy bien cómo ha sido pero de repente un camión frutero que iba delante ha perdido el control y se ha atravesado en mitad de los dos carriles de la autovía. En unos segundos -¿2, 3?- me he visto que me echaba encima del camión que patinaba y quedaba atrapada entre él y el quitamiedos. He contenido la respiración, esperando el golpe –como si eso sirviera para amortiguarlo… -. No sé qué ha pasado o qué he hecho pero mi coche y yo hemos salido sin un rasguño. El resto del camino me lo he pasado dando gracias a todo lo visible e invisible.
Ya en casa, mientras repasaba lo sucedido me ha venido a la mente el libro que justo había terminado de leer esta mañana. Ese libro me asaltó el otro día. ¿A ti no te ocurre que vas tan tranquilo paseando y un libro se lanza a tus brazos? A mí, sí. A veces. Normalmente sucede cuando deambulo entre los pasillos de una librería o de una feria del libro y de golpe y porrazo me encuentro con uno entre las manos, cuyo título y/o autor no me suenan de nada… Este libro del que te hablo fue mucho más atrevido. Yo había ido a un centro comercial a cambiar un ratón de ordenador y al salir las escaleras me escupieron justo en la sección de librería. Ese día yo no estaba para mirar libros, en realidad no estaba para nada –bastante tenía con respirar y caminar- así que pasé de largo por el pasillo cuando algo color azul cielo despejado –mi color preferido- atrajo mi atención. Me acerqué y dos palabras hicieron que mis ojos se pusieran redondos y grandes como dos os mayúsculas, así O-O, y apareciera una leve sonrisa. Esas palabras: Niña y Nube… hicieron que el libro saltara a mis manos. Antes de terminar de leer el título ya sabía que se venía conmigo.
El título completo es La niña que se tragó una nube tan grande como la Torre Eiffel, pedazo título del que en la portada destacan tres palabras: niña, nube e Eiffel. Es una bonita fábula que cuenta la historia de amor entre una mujer y una niña que se tragó una nube. Un amor, capaz de creer y hacer lo imposible para romper todas las distancias: geográficas, culturales, raciales y físicas.
El libro no es que sea nada del otro mundo, pero sí que es entretenido y tiene algunos golpes de humor bastante buenos. Lo mejor, para mí, es que mezclando realidad, sueños y fantasía los personajes dan una interesante moraleja: hay separaciones, distanciamientos inevitables y a veces imprevisibles, pero esos sólo los provoca la muerte. La existencia de todos los demás distanciamientos sólo depende de nosotros, del amor que sintamos por la otra persona y de nuestra voluntad de encontrar el camino para estar juntos.
Dos de las frases que he subrayado:
- “El corazón es un gran armario en el que encerramos a todos los que queremos para tenerlos siempre con nosotros y cargar con ellos allá donde nos lleve la vida”.
- “Si tuviera un mando a distancia para mamás, haría que vinieras todo el rato, cada vez que estoy triste. De hecho, ni siquiera te dejaría marchar”.
El susto de esta tarde me ha animado a contar esto. Y tal vez también me anime a entregar una carta que escribí dos días antes de encontrar el libro, pero que no me decido a dar.

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