Situación:
Alegría y Tristeza han desaparecido de la central de mando de las emociones de
una niña de 11 años que, de repente, no sabe qué le pasa. La niña se siente
perdida y confusa, tanto que está decidida a tomar una decisión drástica. En
ese momento el control de las emociones está en manos de Ira, Asco y Miedo, que
se sienten un poco desbordados porque están acostumbrados a que sea Alegría
quien lleve la voz cantante. Miedo tiene tanto miedo que quiere dimitir. Pero aunque
lo intenta, no puede irse. Asco le aclara que “las emociones no podemos
dimitir”. Es una escena de Inside Out (Del Revés), la última peli de dibujos de Pixar y Disney.
Me
encantan las pelis de dibujos. Me hacen reír y me recuerdan de forma sencilla y
gráfica lo importante de la vida. Por lo que merece la pena luchar y por lo que
no. Cuando vi el trailer de Inside Out me puse a dar saltos. “Una peli de dibus que va sobre las vocecitas que nos martillean la cabeza a cada momento. Esa no me la pierdo ni harta de cerveza”, pensó una de mis vocecitas -imagino que (mi) Alegría-.
Deseaba
verla por varias razones, una de ellas era por ver cómo los genios de Pixar
reflejaban el papel que juegan las emociones en nuestro comportamiento,
especialmente en el de los niños. Cuando
parte de tu vida gira en torno a ayudar a entender y gestionar las emociones –es lo que intento hacer en mi trabajo de coaching con caballos- sabes que la
esencia de cada persona y, por tanto, todo su comportamiento está dirigido por
las emociones y no por el intelecto, aunque solamos pensar lo contrario. Quien
más y quien menos cree o ha creído que es nuestra parte racional la que toma
las decisiones sobre lo que hacemos o decimos. Pues estás confundido. Todo tu
comportamiento y especialmente las decisiones claves están dirigidas por tus
emociones y por los recuerdos emocionales
de vivencias anteriores. ¿Te has dado cuenta de que cuando recordamos, la
imagen o escena que evocamos siempre remueve algo por dentro? Eso que te
remueve son emociones (tristeza, alegría, miedo, ira…) y no pensamientos ni ideas.
En
gran medida nuestro presente y nuestro futuro están condicionados por nuestro
pasado. Aunque lo correcto sería decir por las emociones que generaron y nos
siguen generando experiencias vividas. Cuando entrenamos y desarrollamos
la inteligencia emocional lo que buscamos es aprender a identificar qué es lo que
nos pasa, qué tipo de emoción o emociones nos genera una situación concreta y a
qué se debe. Es decir, intentamos liberar, o al menos, aligerar la mochila
emocional que nos lastra. Buscamos dejar lo bueno y sacar lo que nos pesa y
frena. Corto que me enrollo. En otra ocasión lo mismo trato este tema.
Vuelvo
a la peli, un fantástico y alucinante viaje por las emociones de una niña. Se supone que la cinta es para niños, pero en realidad la deberían ver los
adultos, sobre todo si sois papás. Os ayudara a entenderos un poquito más y,
sobre todo, a vuestros peques. Eso sí, te aconsejo que si eres un adulto de,
pongamos por caso, más de 40 años y no tienes hijos te busques un niño para ir
a verla. Yo, como soy de naturaleza imprudente, fui sola (tenía previsto ir
acompañada, aunque era con otro adulto que no tiene muchos complejos…, pero no pudo
ser) y todos me miraban raro. Mayores y niños. Unos y otros miraban a mi
alrededor, creo que buscaban a mi niño. Cuando salía de la taquilla con mi
entrada, un señor que iba con tres chavales me preguntó “¿vas sola, sin niños?”,
le dije que sí; y el me preguntó que si quería uno. No tuve muy claro si se
refería a prestarme a alguno de los críos que llevaba o a otra cosa… Le
contesté con una sonrisa y un “no, gracias” –respuesta válida para cualquiera
de los supuestos que estuviera barajando-. La próxima vez que vaya al cine a
ver una de animación lo planificaré mejor y me pillaré a alguno de mis sobrinos (ese
día no tenía ninguno a mano) o pediré prestado algún niño, más que nada para no
desentonar.
Si
tienes una tarde de esas que no sabes muy bien qué hacer, Inside Out te hará
pasar un buen rato. Tiene algunos golpes realmente geniales como, por ejemplo,
la idea que Miedo tiene de un buen día: “hoy no nos hemos muerto. Es lo que yo
llamo un éxito total”. Y no le falta razón.
Estar
vivo –y ser consciente de ello- es el mayor éxito.
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