miércoles, 14 de diciembre de 2011

La leyenda de seis mujeres que salvaron a 200 caballos

Hay acontecimientos en la vida que nos tocan el alma. Hace poco he visto uno que ha tocado la mía. Se trata del rescate de unos 200 caballos atrapados en un islote a causa de una inundación. Ocurrió en octubre de 2006 en la isla de Frisia, al norte de Holanda.

Una fuerte tormenta inundó las marismas de la isla donde pastaba una enorme manada de caballos. Durante la tempestad fallecieron 18 caballos. El resto del grupo quedó atrapado sin comida en un pequeño islote. Durante dos días bomberos, soldados y policías intentaron poner en marcha una gigantesca operación de rescate para salvarlos. Primero usaron barcas planas para salvarlos, pero así sólo consiguieron salvar a 12 potros, los más pequeños. Tuvieron que dejar de usarlas porque el agua había descendido en algunas zonas y las lanchas quedaban varadas con el peso del animal. Se pensó en el uso de helicópteros, pero se descartó por el temor a que el ruido de los mismos provocase una estampida en la que podría morir un gran número de caballos.

Cuando ya todo el pueblo temía por la supervivencia de los caballos, aparecieron seis mujeres montadas a caballo. Cuatro de las jinetes se introdujeron en el agua. Las otras dos quedaron en la orilla, de apoyo.

Y esto es lo que ocurrió:




La grabación no es muy nítida, pero es impresionante. Me impresionan muchos hechos:

- El coraje de este grupo de mujeres. Sus nombres son: Miky Nijboer, Antje Dijkstra, Hinke Lap, Christina Storner, Fardow de Ruiter y Suzan Fransen.

- El valor y nobleza de los caballos que montan. Sólo sé el nombre de uno de ellos: Berber, el caballo de Micky. Ella fue la impulsora de este rescate, tal y como relata la revista Selecciones.
- La reacción de los caballos atrapados en la isla. Es increíble ver cómo salen. Tranquilos. En perfecto orden. Sin atropellarse. Siguiendo confiados, sin dudar, sin adelantar, la ruta marcada por los caballos montados. Incluso en los momentos en que literalmente el agua les llega hasta el cuello. ¿Os habéis fijado que incluso imitan su movimiento elevado y también el ritmo?
En el libro La conexión espiritual con los caballos, Margrit Coates recoge el testimonio Suzan, una de las amazonas que, desde la costa, ayudó a dirigir la manada.

“Fue un momento muy emotivo, realmente bello. No tengo palabras para explicar lo que se siente cuando ves a 150 caballos que corren hacia ti. Debo admitir que mi caballo estaba un poco asustado, pero fue genial; cuando los caballos pasaron a su lado, hubo un momento en que perdí el control, pero luego todo salió bien. El momento más hermoso fue cuando los cuatro caballos entraron en el agua para ir a rescatar a los caballos aprisionados y mi caballo quería ir con ellos. Le dije: No, tú no puede ir, tenemos que quedarnos aquí como apoyo. Entonces mi caballo emitió algunos ruidos, llamando a los caballos que se habían adentrado en el agua. Le devolvieron la llamada y aquello me llegó al corazón”.

Todos los caballos, menos uno, se salvaron. Había un potro tan débil que casi al final de la travesía cayó exhausto y murió al día siguiente.

Estas mujeres y sus caballos realizaron una auténtica hazaña. No dudaron en arriesgar su integridad física para ayudar a un puñado de "animales". ¡Chapó!

viernes, 18 de noviembre de 2011

Un curso de lo más variado

Por fin tengo un hueco para comentar cómo fue el curso de Monta Natural que realizamos en Hacienda Los Granadicos. Fueron dos días muy intensos en los que pasó casi de todo: gente que estaba apuntada y que a última hora no pudo asistir; personas que probaron a "colarse"; propietarios que querían llevar su potro para que Raquel lo viera y les dijera "trucos" para domarlo; y otros -que se enteraron tarde de la celebración del curso a raíz de una entrevista de La Verdad- querían que se pospusiera… Pero fuera de estos “pequeños” detalles, y viendo las sensaciones finales de los participantes, el curso fue bien.

He asistido a varios cursos de monta natural, tanto de Raquel como de Lucy Rees, y aunque el programa pueda ser igual, ninguno lo es. Todos son diferentes. Y ese es uno de los factores que más me gusta porque siempre aprendes cosas nuevas. El punto novedoso lo ponen las personas que asisten y, sobre todo, los caballos.

El grupo de participantes en este curso fue de lo más heterogéneo. Asistieron estudiantes de veterinaria que habían montado a caballo una vez en su vida, otros que habían hecho alguna que otra ruta y propietarios que llevaban años en el mundo del caballo.


Y entre los caballos, también hubo mucha diversidad. Caballos venidos de fuera y de Granadicos. Los había muy dóciles y también muy cabezones; de carácter tranquilo y también muy nervioso. Pero todos, buenos chicos. Tenían otro punto en común: ninguno de ellos había sido utilizado nunca para clases de monta natural, y sólo dos habían sido montados antes sólo con cabezada de cuadra.


Todo ello supuso que Raquel y Juan Carlos convirtieran lo que iba a ser un curso de monta natural en uno de monta y manejo -con una parte importante dedicada a subir y bajar un caballo de un remolque sin tensión del ramal-. Aunque como siempre lo que más interesó y divirtió a los participantes fue montar los caballos a pelo y aprender a manejarlos sólo con su cuerpo. Primero eran ayudados por otro compañero que les llevaba del ramal y ellos tan sólo tenían que ocuparse de “sentir” el caballo y su propio cuerpo y equilibrio; después pasaron a guiar ellos solos a su montura.

Fue curioso ver cómo las personas que más tiempo llevaban montando a caballo con silla eran las que más se sorprendían al ver que sus caballos les respondían sin emplear bocado y que mantenían el control de su propio cuerpo sin contar con el apoyo de una silla y sus estribos. También me sorprendió mucho ver lo rápido que evolucionaron en seguridad y autonomía sobre el caballo las personas que hasta entonces apenas habían montado.

Cada vez estoy más convencida de que la monta natural es una manera excelente tanto de iniciar como de mejorar nuestra relación con el caballo.

Ah! Se me olvidaba, también nos visitó un equipo de la televisión autonómica de la Región de Murcia para hacer un reportaje del curso para su informativo. Aquí lo tenéis.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Otra manera de aprender y de sentir

¿Tienes curiosidad por saber qué se siente al montar un caballo sin silla ni riendas? ¿Te gustaría ser capaz de guiar y conducir un caballo tú sol@, utilizando simplemente tu cuerpo? ¿Quieres descubrir cual es el secreto para mantener el equilibrio en todo momento sobre este animal? Todo esto y mucho más podrás aprender y descubrir de la mano de Raquel Villares. Esta experta en monta y doma natural estará el último fin de semana de septiembre (24 y 25) en Moratalla (Murcia) para impartir un curso de monta natural. Será en La Hacienda Los Granadicos.

Serán dos días completos compartiendo experiencias con diversos caballos en un entorno totalmente natural.



Ah! Se me olvidaba también aprenderás qué tienes que hacer para que nunca más te vuelvan a salir agujetas después de montar. De eso se encargará Juan Carlos Canalda

Las plazas son limitadas. El precio del curso completo -incluida la comida de los dos días- es de 180 euros. Si quieres más información o consultar la disponibilidad de plazas envíame un mensaje o correo.

martes, 28 de junio de 2011

Brisa tiene cáncer

Mi amiga Brisa tiene cáncer. No es la primera amiga que tengo que padece esa maldita enfermedad, pero sí es la primera de la especie equina.


Se lo diagnosticaron la semana pasada. Hace un par de semanas le salió un bulto debajo de la mandíbula. Esto alertó a su dueña-madre, Nieves, quien no dudó en avisar a su veterinario para que la examinara. Después de varias pruebas dedujo que tenía algún problema en la zona del tiroides pero no tenía suficiente información para concretar más el diagnóstico.



El hecho de que en tan sólo una semana el bulto duplicara su tamaño alertó a Nieves y, tras consultarlo con la almohada, decidió no esperar más y llevar a Brisa al Hospital Veterinario de la Universidad de Murcia para que le hicieran las pruebas que fueran necesarias hasta determinar qué era esa protuberancia. Quise acompañarlas. Le hicieron varias ecografías en las que se apreciaba una mancha negra, como se puede apreciar en la imagen, pero no se veía claro qué era. El jefe del equipo veterinario, Isidro Ruiz, decidió hacer una aspiración con aguja fina y tras examinar las células el resultado fue: carcinoma tiroideo.

Es el primer caballo que conozco con esta enfermedad. Al parecer no es muy frecuente. El equipo veterinario no aconseja someter a Brisa a una intervención quirúrgica. Le han recomendado que cambie su dieta habitual por otra más rica en proteína vegetal y en la que en el forraje predomine la alfalfa seca.

Nieves adora a Brisa. Es como su hija. Y sabe que para mí también es muy especial –Brisa fue la primera yegua que quise comprar, en otro momento os contaré porqué. Pero Nieves consiguió “engatusar” a Pascual, su anterior dueño, antes que yo-. Pascual eligió bien.



La verdad es que nadie entiende a Nieves como Brisa. Sí, sí habéis leído bien. En esa relación “la paciencia”, “el conocimiento”, y “el sentido común” lo pone Brisa y no Nieves. Están hechas tal para cual. Es digno de ver la confianza y compenetración que tienen las dos.

Os cuento todo esto porque Nieves me pidió que le echara un cable para que Brisa tenga la mejor calidad de vida durante el mayor tiempo posible. Sabe que tengo buenos amigos entre grandes profesionales del caballo, como Lucy Rees y Raquel Villares, y veterinarios “alternativos” como Eva, que a su vez conocen a un ejército de expertos en todos los campos de la salud y el bienestar del caballo. El caso es que le pedí que me enviara un informe médico lo más completo de Brisa y esto es lo que he recibido:


Me llamo BRISA, tengo 16 años y peso 485KG (Tengo sobrepeso).


Mi curriculum médico es el siguiente.

Independientemente de una cinchera que me salio hace 9 años, y me tuvo un par de meses encerrada, a raíz de estrenar una montura nueva. Lo más significativo es la inflamación que tuve en la mano izquierda, ahora hace 6 años. Después de ser vista por dos veterinarios en el Picadero, mi dueña, me llevó al Hospital Veterinario de la Universidad de Murcia, donde después de infinitas e interminables pruebas me dieron el siguiente diagnostico:

Inflamación del tendón flexor profundo, en la parte inferior, sin rotura, pero con gran inflamación. (Adjunto foto). Me mandaron bastante reposo, cremas y sobres antiinflamatorios. Me recomendaron también, que cuando ya pasara el tiempo y empezara a bajar la inflamación, que caminara sobre suelo duro, y buscará un tipo de herradura que me ayudara a apoyar mejor la mano. Para ello mi dueña se puso en contacto, con un herrador que había pasado muchos años herrando los caballos de la Guardia Real. Este señor, después de estudiar mi problema, consideró que con un tipo de herradura compensada caminaría mejor. He de decir, que al principio caminaba como una patosa, pero después con el tiempo comprobé que iba bastante mejor.

Como tuve que guardar bastante reposo, mi dueña y yo consideramos (ella más que yo, todo hay que decirlo) que podía ser un buen momento para quedarme preñada. Me hicieron una ecografía para ver si estaba en condiciones para concebir, y como así era, me buscaron un buen pretendiente. Descarado es el semental más guapo y “fogoso” de la comarca.



Tuve un embarazo perfecto, pero corto. Mi potrilla nació prematura, con 9 meses, era muy pequeñita, y tenía inflamación en la traquea, por lo que no podía mamar, pero gracias a la pericia de mi veterinario, Aldeabarán, le salvaron la vida. Ah! mi hija se llama Marraja y tiene 3 años.
Yo desde joven había estado un poco ensillada, pues bien, después del parto, mi cuerpo se desfiguró bastante, empecé a engordar y se pronunció bastante más mi “ensillamiento”. De momento, no es un problema; no sé si lo será en un futuro.

Y ya, por último, hace un año me vieron un bulto en el lado derecho de la mandíbula, a veces aparecía y otras desaparecía. Desde hace dos semanas ha pasado de bola de ping pong a tener el tamaño de una pelota de tenis. Después de varios diagnostico diferentes y muy dispares, por fin ya sabemos de qué se trata: es un carcinoma tiroideo, por su localización en el tiroides. El tratamiento que me han mandado es comer mas proteínas y menos grasa, cambiándome la paja por alfalfa seca.

Ya de antemano os doy las gracias por vuestro interés, se despide:

Brisa, con un beso muy fuerte


P.D. Me chiflan las zanahorias y las manzanas.


¿Es o no es una relación especial la de estas dos?

En fin, agradeceremos todos los consejos y recomendaciones que nos podáis dar para que Brisa esté con nosotros el mayor tiempo posible y con buena calidad de vida.

martes, 21 de junio de 2011

Chamán

Chamán es el caballo más noble y bueno que he conocido en mi vida. Le echo de menos. Y no soy la única. Somos muchos, pero desde luego nadie como Jose, su propietario, amigo y salvador. Su compañero. No es el mismo desde que Chamán nos dejó. Un cólico se lo llevó de nuestro lado.

La historia de Chamán es casi como un cuento. Un día un señor le dijo a Jose si quería un potro. Jose hacía muchos años que no montaba a caballo, pero como le encantan los animales y su compañera –Chon- es una apasionada de los caballos, decidió dar rienda suelta a su curiosidad e ir a conocer a ese potro. Lo que vio lo dejó tan impresionado que llamó a Chon para contárselo. Poco después estaban los dos pagando el dinero que el dueño pedía por el potro para llevárselo. A Jose y Chon les llamó tanto la atención lo que vieron que no esperaron ni a tener una cuadra para el animal. Tampoco pidieron consejo a otros amigos del mundo ecuestre, como siempre hacían, para que conocieran al potro y les asesoraran sobre la decisión. Lo que vieron les impresionó tanto… que no necesitaban “una segunda opinión”. Lo que vieron les horrorizó.

Era el potro más flaco y sucio que habían visto en su vida. El propietario lo tenía atado con una cadena en un terreno lleno de hierros, suciedad y restos de huesos que comían los perros de pelea con los que compartía parcela.

Tengo grabada la primera vez que lo vi. Era un potro de apenas dos años, pequeño y flaco. Tenía tanta porquería en el cuerpo que hasta le tapaba los huesos de las costillas. Jose y Chon lo trajeron al Picadero Pascualón para que lo conociéramos y para lavarlo antes de llevarlo a su nuevo hogar –la parcela que el amigo Segundo les cedió, ya que en el picadero no hay espacio libre-.

Nada más verlo, entendí perfectamente la acción de mis amigos. Había que salvar a ese animal. Primero porque ningún caballo, ningún animal, debería vivir en ese estado; y segundo porque ese potro “tenía algo”. Lo noté. Era especial –la verdad es que ahora pienso que todos los caballos tienen algo especial-.

Esa misma tarde tuvimos ocasión de comprobarlo. Fue durante la ducha. Jose y Chon le habían enjabonado y lavado todo el cuerpo. Estaba todo reluciente, menos los cascos que a pesar de tirarle agua a presión seguían cubiertos por una gruesa capa de porquería. Me daba “cosa” dejarlo con eso, así que cogí el limpiacascos y me acerqué a él. Recuerdo las advertencias de Jose y Chon: “¿pero dónde vas?”, “¡es un potro sin domar!”, “¡te puede pisar, dar una coz!”… Lo volví a mirar y volví a sentirlo: Este animal era incapaz de hacer daño. Había sido maltratado, vapuleado denigrado y degradado por el ser humano. Y sin embargo su mirada era limpia, tranquila. Noble. No había ni rastro de pánico ni de odio. Irradiaba templanza.

Me agaché y comencé a rasparle los cascos. Se movió, claro, pero no en una actitud de miedo o a la defensiva; era más bien como un movimiento reflejo ante algo extraño, nuevo. Le hablamos, le acariciamos y se dejó hacer. No pegó ni un bote, ni un empujón, ni un manotazo. Tan sólo daba algún pasico para adelante o para un lado, pero ya está. Al poco comprobamos que sus cascos eran blancos.


Ese fue el comienzo de su nueva vida. Ahora era Chamán. En los cinco años que estuvo con nosotros nos hizo disfrutar, reír y sentir nuevas emociones… Tenía un don para descubrir nuevas rutas y si nos perdíamos, tan sólo había que dejarle las riendas sueltas y él siempre encontraba el camino de vuelta a casa (aunque no siempre por el camino más sencillo). Nunca le vi perder la calma. ¡Era un tipo genial! Puro corazón. Ya os contaré…

miércoles, 15 de junio de 2011

Una sesión 'sobreNatural' para subir un caballo al remolque

Hace poco asistí a un curso de monta natural impartido por Raquel Villares. La experiencia fue fantástica. Como siempre. Raquel es una excelente “maestra” enseñando el manejo natural de los caballos y generando “buen rollo” tanto entre las personas como con los caballos. Algo que consigue, en gran medida, gracias a sus sesiones de relajación que le gusta realizar entre caballos sueltos.

Aunque todo lo del curso estuvo genial, lo mejor, lo que más me impresionó y con lo que más aprendí tuvo lugar fuera del mismo. Y ocurrió a la hora de subir a una yegua al remolque.

Era la tarde-noche del domingo cuando Ramón, el organizador del curso, y Alejandro, “padre adoptivo” de la yegua, se pusieron manos a la obra para subir al remolque a Tormenta, algo que todos creíamos que iba a ser rápido ya que para traerla subió con facilidad. Pero no fue así. Primero probaron a subirla junto al corral en el que estaba, pero al poco la noche se echó encima y como no había luz, condujeron la yegua y el van junto a la zona de las aulas donde un grupo electrógeno alumbraba una pequeña zona de terreno. Allí, Ramón y Alejandro continuaron intentando subir a la yegua al remolque, pero cuando llegaba a la rampa se negaba a moverse. Cuando esto ocurría, Ramón se la llevaba de allí y la movía. Después volvía a conducirla al remolque, pero nada, Tormenta se volvía a clavar. También probaron poniéndole comida delante, pero sin éxito. Al rato se les unió Juan Carlos -el preparador físico que en el curso nos enseñó cómo evitar agüjetas, cansancio, y malas posturas cuando montamos a caballo- pero no había forma de conseguir que subiera Tormenta. Aunque los que estábamos allí sabemos que en este tipo de situaciones el caballo está más tranquilo y relajado cuando hay poca gente, lo cierto es que terminamos por acudir todos para ayudar a subir a Tormenta.

Tardamos bastante en que Tormenta entrara al van. No sé, pero fácil fueron dos horas o más. Y lo realmente curioso de todo esto es que aunque había muchos elementos que dificultaban la operación: era de noche, apenas había iluminaciónn (y encima la generaba un motor ruidoso que cada x tiempo producía pequeños apagones), llovía…y, estábamos en un sitio en el que a pocos metros había leones y panteras enjaulados, Raquel, Ramón, Juan Carlos y Eva –profes y organizadores del curso- jamás perdieron la paciencia, ni permitieron que nadie de los que estábamos allí la perdiéramos. Tormenta no recibió ni un solo golpe. Ni un tirón. Ni una mala palabra. Todo lo contrario. Hubo caricias, mimos y palabras de ánimo. Y mucha, mucha, mucha paciencia.

Lo importante es que Tormenta subió al van totalmente tranquila y de forma voluntaria. Nada importa el tiempo que hubo que dedicarle. ¡Madre mía!, pero si Ramón y Raquel llegaron a meterse literalmente debajo de ella para moverle las manos y patas y colocarlas sobre la rampa. Y aunque la yegua retrocedió en varias ocasiones, nunca la sujetamos, nunca le impedimos “tirar para atrás”. Ellos volvían a coger sus manos y patas con toda la delicadeza del mundo y volvían a mostrar a Tormenta que allí no había ningún peligro, ni nada que temer.

No sé vosotros, pero yo no estoy acostumbrada a ver eso.

Esa noche experimenté que con paciencia, calma y determinación es posible lograr cualquier cosa de un caballo, por muy adversas que sea las circunstancias. Tan sólo hay que dejarle que se tome "su" tiempo.

P.D. Tormenta es un “amor” de yegua. Se portó genial en el curso con todos los alumnos. Alejandro y Mari Paz, enhorabuena por ser “diferentes”. Tormenta y Balder son dos seres muy afortunados por caer en vuestras manos.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

"Desmontando" mitos


Desde que empecé a relacionarme con el mundo del caballo, una de las frases que más veces he oído es: "si el caballo no quiere pasar por un sitio, no se te ocurra desmontar hasta que pase, porque entonces él te habrá ganado la partida".

Durante muchos años he seguido ese consejo, aunque no siempre he conseguido el resultado que quería. Unas veces, después de varios intentos y maniobras, conseguía pasar montada; pero otras, he tenido que darme la vuelta porque a pesar de utilizar "con perseverancia" la ayuda de fusta, espuelas o de ambas, lo único que conseguía era que el caballo que montaba se pusiera más nervioso y a la defensiva; es decir no conseguía que "entrara en razón" y se comportase como yo deseaba. Lo que sí conseguía siempre, pasase o no, era sentirme mal. Vivía esas situaciones como una lucha. Era palpable la tensión del enfrentamiento. Había un ganador y un perdedor. Sentía que se rompía la relación de compañeros que deseo tener con los caballos. Y eso no me gustaba.

Ese tipo de situaciones me hizo sentir la necesidad de encontrar otra forma de comunicarme con los caballos, basada en la comprensión y el entendimiento y no en el enfrentamiento y la lucha.

Comencé a buscar y descubrí que una tal Lucy Rees hablaba de Doma Natural, concebida ésta como “el conocimiento de la naturaleza del caballo que nos permite comunicarnos con él y tratarle sin malentendidos. Desde el principio de nuestra relación buscamos una armonía con el caballo, que coopera con nosotros confiado, con ganas y con movimientos libres de tensión”. ¿Suena bien, verdad?

Compré su libro ‘La mente del caballo’ y comenzó a cambiar la mía y la forma de entender a los caballos. Sin embargo la verdadera revolución (para mí) comenzó cuando asistí a un curso impartido por ella y la vi trabajar. Fue el principio de una serie de cursos y convivencias.

Una de las primeras cosas que Lucy me enseñó es que si un caballo no quiere pasar por un sitio no es “porque quiera llevarme la contra”, sino porque hay algo que le inquieta, le hace sentir inseguro o simplemente le da miedo, en cuyo caso lo mejor que puedo hacer es mostrarle que no tiene nada que temer, aunque para demostrárselo sea necesario desmontar y caminar delante de él.

Tiempo después salí con una amiga a dar un paseo. Era la primera vez que íbamos por la huerta de Moratalla con Viento e Iza, nuestros nuevos potros, sin la compañía de otro caballo. El paseo fue de lo más entretenido. Cuando no era Viento el que se asustaba de una moto, era Iza la que se bloqueaba al ver la verja de un cortijo. La reacción de Viento era darse la vuelta y la de Iza quedarse clavada, echando raíces en el suelo. Si era Viento el que no iba, poníamos a Iza delante y viceversa. Así fuimos un buen rato superando obstáculos hasta que llegamos a un lugar en el que ni Viento ni Iza querían avanzar; y si les insistíamos, más nerviosos se ponían. Miré las orejas de Iza y Viento y vi que apuntaban hacia el tejado de una casa en la que había una especie de jaula enorme. ¡Eso era!

Le dije a mi amiga que iba a desmontar y a caminar. A ella en principio no le pareció muy buena idea, claro también tenía grabada esa teoría: "si el caballo no quiere pasar por un sitio, no se te ocurra desmontar hasta que pase, porque entonces él te habrá ganado la partida". Le expliqué lo que decía Lucy y que estuviera tranquila. Así que desmonté y comencé a caminar con total naturalidad con las riendas en la mano, sin tirar; Iza vino detrás sin hacer nada extraño, seguida de Viento y su jinete. Pasaron delante de “la jaula voladora” totalmente tranquilos. Ya que estaba, aproveché la ocasión para caminar un ratico y estirar las piernas. Después volví a montar a Iza sin ningún problema. Estaba realmente contenta. El resto del paseo fue aún mucho más agradable.

Días después volví con Iza sola al lugar de la jaula voladora y pasó tan pancha.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Rapar crines sin utilizar la fuerza es posible


Hemos rapado a Condesa. En su primer mes, las crines le habían crecido una barbaridad y las tenía llenas de caracolillos, muy rizadas. Me dijeron que era bueno cortárselas para que empezara a salirle pelo nuevo, más saneado. Como soy primeriza en esto de tener crías, lo comenté a la gente del picadero donde la tengo y me dijeron que sí que no era mala idea, que cuando tuvieran un hueco, lo harían.

Días después vuelvo y Condesa seguía con sus caracolillos. Me recordaban a las "tracas" que se dejan algunos chavales ahora. Lo cierto es que tenía una pinta un tanto peculiar. Pregunto porqué no le han cortado las crines y me dicen que necesitan que alguién con fuerza la sujete, porque la muleta no se va a estar quieta y que empuja con fuerza. "Para hacerlo bien -me dicen- seguramente haya que sujertarla con el puro o retorcerle la oreja". Cuando oigo eso, siento que a quién retuercen el estómago es a mí. He visto caballos con resabios por ese tipo de cosas.

Comento que no me hace ninguna gracia la idea y pregunto si no se puede hacer de otro modo, sin hacerle daño a la pequeña. La respuesta: "a ver, si no quieres que se pueda llevar ningún corte en el cuello...". Y eso me lo dice alguién a quien he visto hacer maravillas con caballos. Paso un buen rato dándole vueltas al tema y decido que si para cortarle las crines a la muleta, hay que obligarla y hacerle daño, no se le toca. Ya las mudara cuando le toque.

Para celebrar la decisión, saco a Condesa con su madre al ruedo para que corretee y estire las patas. Parece un charate, dando saltos. Brinca más que corre. A los diez o quince minutos volvemos a la cuadra y empiezo a acariar a Condesa. Observo que le encanta, está tan relajada que hasta entorna los ojos. Paso a la zona de las crines y sigo masajeando despacio a la vez que empiezo a darle suaves tirones de algunos mechones. La muleta ni se mueve. Está tan agusto. En ese momento, pienso que si no le altera que le esté tirando del pelo tal vez también acepte bien que le pase la tijera. En menos de cinco minutos, Condesa está rapado, y ni se ha enterado. Mientras el dueño del picadero manejaba las tijeras, yo seguía acariciándola como si allí no pasara nada. Y todo ello bajo la atenta mirada de su madre, Iza.

Es sólo un ejemplo, pero demuestra que con paciencia y tranquilidad a un caballo - en este caso, a una mula- se le puede enseñar y hacer cualquier cosa sin emplear la fuerza. Cuando al terminar de pelarla, hice este mismo comentario, me dijeron que había sido fácil porque después de las carreras que se acababa de dar en el ruedo, la muleta se había quedado muy tranquila. Vale, pues si hay que dejar que animal se desfogue, pues se le deja. El caso es que funciona.



miércoles, 6 de octubre de 2010

Condesa, una mula inesperada


Iza, mi yegua, ha sido mamá. Toda una sorpresa porque nadie sospechaba que estuviera preñada. La otra sorpresa es que ha tenido una MULA, es decir el padre es un burro. Han pasado varios días y todavía no salgo de mi asombro.


Como digo una auténtica SORPRESA porque nadie, absolutamente nadie, imaginaba que estuviera preñada, ni siquiera los dueños del picadero donde la tengo. De hecho, la tarde antes de parir la estuvieron montando; y tres días antes salí con ella de paseo durante más de dos horas, eso sí en plan tranqui.



Como digo, nada nos hacía suponer que estuviese preñada porque no tenía mamas ni tampoco barriga. En los cinco meses que la tengo se ha puesto más fuerte, pero no más gorda. De hecho, después de parir está igual de tipazo.



La verdad es que no tenía intención de poner a criar a IZA pero al conocer la noticia y ver la cría estoy emocionada y feliz. Mi intención es quedarme con las dos y trasladarlas al campo.



Iza es una orgullosa mamá, que disfruta presentando a su cría, tanto como yo.

A mí me parece preciosa, con esas orejas que parecen dos antenas parabólicas y suave como un peluche...



Nuestra mulica se llama Condesa. Se llama así porque ese era el el nombre de la mula más guapa y buena de todas las que tuvo mi padre. Por cierto, él está loco de contento con la noticia.

martes, 30 de diciembre de 2008

Marraja






Esta es Marraja. Y la que hay detrás, su madre, Brisa. Marraja es nuestra "niña". Es el capricho de todos quienes formamos la Familia del Caballo del Picadero Pascualón. Y lo es por muchas razones: porque su padre, Descarado, es el semental preferido del picadero -un auténtico pura raza español-; porque su madre es una de las yeguas más nobles, listas y valientes que ha trotado por las sierras de Moratalla; porque su dueña, Nieves, le ha enseñado a no tener miedo de las personas y le ha alimentado la curiosidad -y también la panza, con kilos y kilos de zanahorias-; y porque nació prematura, un mes antes de lo previsto. Cuando nació era tan pequeña que nuestros perros eran más grandes que ella (bueno menos mi Nico que era un caniche con mil leches de pedigrí).




Llegó de madrugada, como suele ser habitual en estos animales. El instinto "maternal" de su dueña y la presencia vigilante de Pascual -el dueño del picadero- le salvaron la vida, ya que nació con una pequeña inflamación en la garganta que le impedía tragar la leche de su madre. Fueron unas horas críticas en las que se temió lo peor, pero finalmente con la ayuda del veterinario la pudieron salvar. Aún así los primeros días eran muchas las personas que no daban un duro por ella. Y ahora, ocho meses después, faltan dedos en las manos para contar los pretendientes que tiene Marraja. Pero tanto ella como su dueña son inmunes a las ofertas, por fortuna para todos los que nos hemos encariñado con esta potrilla y disfrutamos viéndola. Y somos un puñado.







Brisa y Descarado, concibiendo a Marraja


Nieves "consolando" a su niña



Marraja recién nacida


Con dos meses


viernes, 12 de diciembre de 2008

El Belenes se escapa del chapuzón




Volvíamos de un almuerzo ecuestre en la poza de Somogil cuando tomé esta foto. Íbamos a la altura del camping La Puerta y Juan el Belenes me propone cruzar el río Alhárabe mientras los demás aprovechaban para refrescar los caballos en la zona menos caudalosa. Le digo que después de él, que para eso es el guía, y él que aunque prudente no se amilana -y menos si el reto viene de una mujer- se pone a vadear el cauce sin percatarse de que bajo la corriente se escondía una poza de más de un metro de profundidad. Es en ese momento cuando su caballo, Galán, apoya en falso los cuartos delanteros y se impulsa con los traseros para escapar del agua. El movimiento fue tan rápido y brusco que El Belenes perdió el equilibrio durante un instante, pero consiguió mantenerse sobre la montura. Salió airoso y seco del reto, y yo cruce por otro lado.



Somogil