Hay personas que una vez entran en tu vida ya no quieres que
salgan de ella. Es lo que me pasa contigo. Nos conocimos trabajando. La
sintonía profesional dio paso a la complicidad personal. Y casi sin darnos
cuenta nos enamoramos. Pasó sin buscarlo. Como sucede con todo lo importante. Lo
que sentíamos era tan grande y tan
fuerte que no pudimos darle la espalda, a pesar de que lo teníamos todo en
contra. Todo. No había nada a nuestro favor, bueno sí, una cosa: nuestro amor. Y
casi sin querer, y casi sin poder evitarlo empezamos a quedar. Un café. Algún
cine. Varias cenas. Y decenas de paseos con los perros. Yo ponía los perros, tú
las risas. Decidimos fluir y dejarnos llevar sin poner resistencia. Y así nació
una preciosa historia de amor: la nuestra. Un amor que a mí se me ha escurrido de las
manos. Sin darme cuenta (sin el casi, esta vez). Y por no darme cuenta, no a
tiempo, no he podido mantener la llama encendida. Se ha apagado el fuego, pero
el amor sigue intacto. O mayor aún. Dicen los que saben que la energía ni se
crea ni se destruye, sólo se transforma. Y eso es lo que me pasa a mí, te sigo
queriendo igual, pero de otro modo. Es tanto lo que te quiero que no concibo
una vida en la que tú estés lejos. O no estés. Te quiero cerquita. No es fácil
encontrar personas auténticas. Leales. Cómplices. Dispuestas a lo que haga
falta. Todo eso y más eres tú. Comprenderás que no dude en poner patas arriba mis
propios cimientos para convencerte de que merece la pena que sigas junto a mí.
Que como amiga soy mejor que como pareja. Como amiga no fallo. Quédate cerca,
corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario